El fin de la carrera de Juvenal Briceño

LA LECCIÓN DEL ACCIDENTE DE JUVENAL BRICEÑO. SE DESPIDIÓ COMO JUGADOR EN 1991 EN EL PARTIDO ENTRE MELGAR Y CRISTAL. HOY ES ENTRENADOR.

Un día libre se convirtió en la cárcel de sus sueños como futbolista. Juvenal Briceño, tras jugar el partido de domingo contra el Melgar de Arequipa, pidió permiso para quedarse. Quería visitar a su familia, a los amigos que ya no veía por jugar en Lima por el Sporting Cristal; recorrer las calles al menos unas horas, bajo la sombra del Misti. Por eso, cuando se subió a la moto de su hermano para entregar una inocente encomienda, nunca creyó que la ciudad donde nació se convertiría en el escenario del fin de su carrera. El despertar a otra realidad.

“Yo manejo, porque tú eres medio loco”. Briceño ya le había advertido a su hermano Darío del peligro de comprarse una motocicleta; la necedad de montarla cuando se es futbolista y la exposición a cualquier tipo de lesión. Así que lo sentó atrás: él tomaría la responsabilidad del manubrio. Había entregado unas cartas a los padres de un conocido, cuando tomó la Av. Zamacola, muy cerca del aeropuerto donde tendría que estar tres horas después, para volver a Lima. Regresaría, pero dos días más tarde y de emergencia: un bus le cerró el paso, lo esquivó, se trepó al sardinel y recién se detuvo cuando su pierna derecha se estrelló contra un poste. El resultado: doble fractura con herida expuesta. Recién se colocaban los primeros barrotes de esa prisión de la que ya no saldría. Tenía 25 años.

Briceño se inició como delantero en el Melgar de Arequipa. En 1986, tras ser el goleador del torneo peruano, fue contratado por la “U”. Bajo la dirección de Juan Carlos Oblitas, y también debido a la llegada de “Balán” González al equipo, fue retrasado a ser un medio centro. Se convirtió en uno de los primeros volantes polifuncionales del medio local. Pero su sino desafortunado también se hizo presente cuando vestía de crema. El virus de la varicela lo atacó, lo tumbó al menos por dos meses y lo forzó a varias semanas de rehabilitación. Luego, ya recuperado, le colocaron mal una inyección que también lo alejó de las canchas. Decidió dejar a la “U” y regresar al Melgar. Pero en 1991, Oblitas lo reclutó para el Sporting Cristal, equipo con el que jugaría su último partido como futbolista. Aquel domingo, su equipo perdió 3 a 1. Un resultado insignificante en comparación a lo que sucedería el día siguiente. El “Ciego” Oblitas ha dicho que siempre se arrepintió de darle permiso para que se quede. Desde entonces, ya no otorga licencias.

A pesar de su negativa, Briceño fue atendido en la clínica San Juan de Dios. Le hicieron la limpieza quirúrgica y le enyesaron la pierna, aún inflamada. Recién a los dos días, y por el impertinente dolor, le removieron el material blanco. Sus dedos ya coagulaban sangre y la gangrena comenzaba a comerle la pierna. Los exámenes en Lima encontraron asfalto en la zona herida. A pesar de las 14 operaciones, no hubo salvación. La infección había ganado. Tuvieron que amputarle la mitad del empeine. Juvenal Briceño no volvería a jugar fútbol. Por eso, casi no le importó cuando le cortaron la pierna hasta 14 centímetros bajo la rodilla. Ahora sí, habían cerrado la reja.

Hoy, casi 18 años después de su accidente, apenas se percata de que renguea. Más bien, las miradas de las personas le hacen saber que lleva una pierna ortopédica que debe cambiar cada cinco años. La pesadilla le hizo abrir los ojos, reventar la burbuja en la que piensa viven muchos futbolistas. Fue un mazazo de realidad. Tras su accidente, muchos de los que creía sus amigos lo abandonaron. Incluso está convencido de que una de las consecuencias fue el divorcio con su primera esposa. Reemplazó la pérdida de su pierna al brindarse a su familia; restauró el vacío siendo entrenador del Unión Minas de Orcopampa, centro minero a ocho horas de Arequipa, que está cerca de llegar a la final de la Copa Perú. Quiere dar el gran paso como director técnico.

A veces, aún siente su pierna. Tiene escozor en dedos invisibles. Pero más desagradable le resulta que su juicio tarde tanto. En 1993, impuso una demanda contra el doctor Francisco Zuzunaga, quien le enyesó la pierna con pedacitos de pista en la herida, por daños y perjuicios. El caso está en la Corte Suprema recién desde hace dos meses. Quiere dejar el pasado zanjado. Es que, a pesar de que cada vez le pasa menos, aún sueña que vuelve a jugar.

Así soy yo
Como jugador:
1984/86 Melgar
1987/89 Universitario
1990 Melgar
1991 Sporting Cristal
Posición
Delantero / medio centro
1986 Goleador del fútbol peruano (16 tantos)
1991 Campeón con Sporting Cristal

Redactado por: Mauricio Gil Ballón
Fuente: Diario El Comercio (VER NOTA ORIGINAL)

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